miércoles, 19 de diciembre de 2007

una tarde más

Alguna tarde de esas que no tienen tiempos ni espera estaba pensando como suelo hacerlo, frotandome los ojos con los dedos, dejando así las huellas de mi desgano sobre mi rostro inquieto.
yo estaba pensando en ella, siempre lo hacía cuando la cabeza no tenía mas engaños cotidianos, aunque estuviera lejos, era mi unica preocupación, aumentaban las dudas entre los dos y yo me moría de ganas por saber que pensaba en ese instante. Sentía su cuerpo llamarme para que juntos temblaramos de pasión mientras la navidad llegaba a las casas. Aveces no sabía que decirle, se posaba enfrente con esos hermosos y grandes ojos y me dejaba mudo con ese silencio que reprime los sentidos y lo hace ver a uno como a un idiota. Me sentía exhausto de pensar sin obtener más que un espasmo de amor, pensaba que a su lado había sido grande, había indudablemente superado esa faceta del simple adulto con muchas metas por resolver, ella era si no casi perfecta por lo menos disimulada, escondía muy bien esos pequeños defectos que tanto me mortifican. A su lado había sido un niño juguetón de tardes como aquella, sin afanes. Había sido también aquella mujer que besó y de la que se enamoró, en cuerpo de hombre y sin identidad. Silvia era la mujer que en la ruta de camino a casa creaba en mis sueños, la niña tierna de ojos enormes y mirada encantadora, la pequeña de dientes marfil incrustados en mi memoria. Silvia lo era todo y yo había a su lado dejado de ser el imbecil que en su camino se atravesó, me había convertido en una maquina de seducción nocturna que la hacía temblar, y el niño con el que ella jugueteaba para darle de bocado la sopa. Pero estabamos tan lejos que esos recuerdos solo hacían estragos en mi desmesurado cerebro, repetía su nombre sin descanso, me habían dejado de gustar esas niñitas de colegio que tanto me perseguian en mis mojados sueños, ella me había enseñado lo estupidos que somos los hombres, una tarde me dijo que si los hombres dejaramos de usar el cerebro para seducir podriamos ser mas felices. Debo confesar que esa frase la comprendí despues de otras tantas de ella. Yo era pesimo para comprender los chistes, y ella la mejor cuenta chistes que he esuchado en toda mi vida, así que me los contaba solo por sentir la satisfacción de hacerme ver como un idiota. Pero como era entre los dos, supe que no debía temerle al ridiculo.... en fin.... con ella todo era perfecto, el unico problema que se avecinaba era que unos meses atras mi pequeña y hermosa Silvia de mirada ensoñadora había cerrado para siempre esos enormes ojos.......