viernes, 17 de agosto de 2012

la noche es espesa

La noche es espesa
y no alcanzas a lamentarte en ella,
casi siempre te espero,
algunas veces te lloro,
no alcanzo a lamentarme en medio de la mañana
y me refugio entre silencios al medio día.

La tarde es seca
y no alcanzas a sonreírme
pese a ello te espero solemnemente,
algunas veces lloro,
no alcanzo a lamentarme en medio de la tarde
y me refugio entre silencios entrada la madrugada.

Era tan seco y espeso tu recuerdo
que no alcancé a amarte con sangre,
casi siempre te salvabas como un cobarde,
no alcancé a lamentarme con tus tiempos implacables
y me refugié en ese lugar de inmóviles silencios...


La noche no dio espera,
al cabo de un tiempo supe que no eras para mí,
porque buscas vivir sin sangre,
porque no sabes dominar las ansias,  te aturdes con la pasión,
y no sabes lo que es el amor...

  

jueves, 9 de agosto de 2012

Cuento al amor incinerado

Mientras la pintora me incitaba para que hiciéramos el amor en su salón inspirador, yo pensaba en los sangrientos dedos de aquél vano e insensato recuerdo. El tapete de su estudio era acogedor y el frío de la tarde exigía el vino de la más exquisita oxidación en el que predominaron siempre los sabores a pasas y cacao, un delicioso Cabernet Sauvignon  que permitía sentir en la boca el crujir de su densidad y dejaba distinguir su sabor a redondez y secos placeres. La chimenea estaba apagándose y se veían los tonos blancos y grisáceos de la madera cuando se quema. El olor de la casa eres ecléctico pero yo sólo recordaba aquél desvencijado momento que con escueto y poco creíble amor me envolvió una noche de febrero. La Pintora llevaba puesto un vestido color turquesa Parisino de los 50´s, con variadas transparencias, que resaltaba su rostro limpio y fresco y permitía darle un tono dulce y romántico a sus ojos color verde y su boca roja como la fresa en cosecha primaveral. Empezó a encender las velas que reposaban en las esquinas del gran salón y me miraba pasivamente con su rostro empobrecido de dolor que tanto me cautivó cuando la conocí.

Antes de que se diera vuelta e intentara encender la última vela de la esquina superior que daba a la puerta de la cocina en madera movible,  suspiró con fuerza y se detuvo en la mitad del gran salón. La muerte la tomó por la espalda fría y sorpresivamente, y me dijo por última vez, -nadie te va a amar como yo. Cayó rígidamente al suelo y estiró los dedos de sus manos como un anuncio de placidez antes de cerrar los ojos. Yo estaba estupefacto, entre la ironía de la vida y el desconsuelo de la realidad,  pero no me dejé sumir de la tristeza porque nunca la amé y supe de inmediato que debía hacer algo con su cadáver,aunque para entonces no estaba seguro de que estuviera realmente muerta. Fue entonces cuando caí al suelo en busca de su garganta y empecé a palpar su respiración, pero no hallaba sus latidos y su cuerpo empezaba a perder ese calor que el color turquesa le había dado unos minutos antes. le quité el vestido porque me molestó verla tan llena de ropa y porque sentía deseos de revivirla, y me dolía ver las velas encendidas y la chimenea ardiente, pero luego me arrepentí y le volví a poner su vestidito, como nunca antes la había tocado. le toqué su boca y la besé poniendo mis dos labios sobre los suyos, fue en ese momento en el que me di cuenta de que la había amado. estando mi boca tan cerca de la suya pasé mis manos por su espalda y le alcé medio torso hacía mi cuerpo, para sentir sus largas y delicadas manos rodearme, lloré desconsoladamente, no miento, no puedo hacerlo,  y me empecé a reclamar cientos de cosas que sería imposible recordar, cómo aquél día que la rechacé cuando llegó a media noche a mi apto con una excusa estúpida y nada convincente. Me reclamé tantas cosas que no podría recordarlas y en ese instante me llamó la "Cucuteña". -¿donde estás? no sabía que responderle y tenía la voz quebrada pero entendí que su llamada era una ayuda de los Dioses que no podía desperdiciar, por esa razón  le pedí ayuda de la manera más simple que podía hacerlo. -estoy en la casa de la pintora le dije, y no puedo salir de acá sin tu ayuda, ¿por qué no vienes? - cómo así que no puedes salir, me preguntó aireadamente. En ese instante le colgué, ella siempre iba a ser la misma estupida sin imaginación que sólo sabía hacer gimnasia y "fiestiar" hasta las madrugadas, no tenía idea de mis problemas, no sabía que la mamá de la Pintora me iba a matar y que antes de hacerlo me iba a someter a escarnio público por haber estado presente en una escena romántica que terminó en una muerte súbita.La Cucuteña, digna de su deseo carnal hacía mí, devolvió la llamada y me dijo: -dame la dirección.

Habían pasado menos de dos minutos y yo seguía llorando encima del cadáver, pero por un momento recordé que en esos casos el tiempo es crucial. Por eso antes de hacer lo que se me había ocurrido volví a palpar su garganta y sin precaución, le toqué de nuevo el pecho y manosee sus tetas alargadas y flacidas de pezón grande e inolvidable. Me puse encima suyo y la miraba con la misma expresión en la cara, decidí cachetearla por tener siempre el mismo rostro y quitarme la posibilidad de conocer en sus perfectas facciones uno de alegría y perdón. En ese momento La cucuteña golpeó y aunque inicialmente sentí miedo de que fuese otra persona, ella gritó - ¿Federico, estás? - abrí apresuradamente la puerta y le dije que  no gritara mi nombre,pues no quería ruidos innecesarios. Entró y la vio tendida en el piso con el vestido descompuesto y el pelo esparcido en el suelo de madera rustica del gran salón. Me miró y me dijo: - cómo pudiste, yo no te voy a ayudar, y se empezó a devolver pero la tomé por la espalda con mis manos gruesas y mi espalda de nadador. le dije con voz de mando y seguro -No seas estúpida, yo no hice nada, ella murió súbitamente. La cucuteña ardió en llanto femenino siempre insoportable en momentos de extrema angustia y yo empecé a desesperarme al punto que sentí deseos de golpear el piso pero recordé que no podía hacer ruidos. La cucuteña me miraba y me decía no te creo, no te lo creo, le dije - si viniste a hacer drama, te puedes devolver pero te quedas callada,
 -Dime que le hiciste, gritaba. Qué vas a hacer, dime que vas a hacer? recordé mi plan y le propuse que me ayudara a buscar una maleta grande para trastear su cuerpo, pero ella  me miraba y empequeñecía los ojos en señal de inapropiado cinismo.
-¿qué es lo que se te ocurre a ti?
-Vamos a llamar a la mamá, ella es médico.
-La Píntora no necesita un medico, le dije, ella necesita  un hueco.
 - eres tan frío, te desconozco Federico, no eres el mismo que conocí, no eres ni la sombra del poeta me gritó.
- Callate, tienes razón y me tendí en el suelo mirándola de nuevo.
- por qué tiene la ropa así? , me preguntó la instigadora.
- quise hacerle el amor, le respondí. Pero no entremos en detalles, dime si tu no crees que ella quería hacérmelo a mí, mira el lugar ella me citó con las velas y la chimenea, ella me dio ese vino -le señalaba la botella vacía en la mesa de Hormigón-.
-Ustedes dos, están o estaban locos, y yo no sé que hago acá, decía la pobre insolente.
- yo me enamoré, repliqué, me enamoré como un niño, pero ella me traicionó con la drogadicta esa. Ella me dejó y permitió que se burlaran de mí, ella fue la culpable y ahora viene a morirse en este lugar y en frente mío! Caí en llanto pero empecé a buscar cobijas para cubrirla. Busqué en su cama doble y distendí todo, pero recordé que si lo hacía, el inspector del caso podría observarlo. Busqué entre sus pinturas las cobijas con las que cubría los lienzos del polvo y encontré unos guantes cómodos que inmediatamente me puse para evitar que mis huellas quedaran en el lugar. Ella sólo me miraba, y sentada junto al cadáver rezaba.  -de qué te sirve tu Dios ahora le dije? y me reí nerviosamente.

 Yo también quería rezar pero no sabía hacerlo, por eso preferí buscar otra manera de resolver el problema. le dije a la cucuteña -quememos el gran salón, hagamos como si esta fiesta hubiera sido una tragedia, las velas son la mejor manera. ella sonrió y aprobó mi decisión, sus razones católicas la inclinaban a pensar que un cuerpo incinerado era la mejor manera de salirnos con la nuestra. ambos empezamos a quemar las cortinas y todo lo que tenía la posibilidad de crear más fuego pero infortunadamente en un edificio no muy lejano empezaron a observar el humo y llamaron a la policía.  Antes de que saliéramos por la puerta, empezamos a escuchar las sirenas de los bomberos y vimos una patrulla adelantarse. Salimos rápidamente por la puerta delantera del gran salón y la policía no percibió nada aparentemente.
 Fue cuando me percaté de importantes cosas que sólo 6 meses después de aquella escena me condenaban como púas oxidadas la espalda, tenían que ver con mi amor, con mi esperanza, con mi lascivia, pero también tenían que ver con mi pasado, que aunque lo hubiera  incinerado, me dejaba al descubierto ante cualquier rostro que se me mostrara limpio  cómo el de ella. Me percaté de que mi  culpa no era haber estado ahí, ni que la cucuteña resultara ser mi cómplice, ni haber permitido su muerte sin narrar lo sucedido,  mi peor falta fue darle la espalda al humo y dejar en el gran salón el recuerdo de aquella insoportable tarde de frío, qué ahora no me dejaba vivir por el sangriento recuerdo de ese escueto amor que nunca me quiso, sino que me perpetraba en la tarde del salón de madera rustica y exquisito vino, me dejaba muerto en la escena en la que ella de color turquesa se despidió amándome y yo, aun cuando vivo en medio de la nostalgia moría cómo el cobarde que siempre fui y que nunca dejé de ser. Morí en el recuerdo de ese amor, me incineré y postré mis esperanzas en el paraíso, morí porque no fui capaz de perdonarme dejarla ahí, pero también, morí porque no sabía para que vivía si a ella la habían quemado las velas que encendía de amor por mí...



miércoles, 8 de agosto de 2012

Homenaje Al amor de mi vida, Felisa

Viernes 8 de agosto de 2002, 8:30 pm
El mundo llora tu partida,
nadie entiende, como la belleza y la juventud pueden irse de ese modo,
nadie dice nada,
todos expresan su dolor silenciosamente,
yo me lanzo al suelo y me pierdo en el frío de la noche,
por momentos creo que el infierno se deja ver
Despues de varios años logro entenderlo
ahora te lo diré directamente,
cómo una rafaga de viento que anuncia la tormenta,
sigue siendo tan difícil como innecesario dejarte ir,
Te fuiste sin explicarme nada,
sin meditarlo, sin dolor, con una pena,
quedé yo, en esta  tierra de falsos profetas,
esperando encontrar el amor de la manera  que me lo ofreciste,
no eras perfecta, eras la mezcla  entre lo profano y lo divino
no eras más que un intento por sobresalir entre la adversidad siempre inconsolable..

Y Con el tiempo me acostumbré a dejar de verte entre calles, y también dejé de lado mis ademanes.
pero aún sacudo con mis dedos la nariz para evocarte gritándome que no lo haga,
y todavía dejo los zapatos en la puerta para que te aflijas con mi desorden,
aún lloro esperando que me acojan como lo hacías cuando tenía miedo,
y no me cabe duda de que este recuerdo es lo más hermoso que tengo....
en este lugar dejaste pasión y entrega, de ti, sólo queda tu irrefrenable manera de vivir, tu impulsividad
y tu amor que son la manera más pura y significativa, y mi pelo que sigue las ondas del tuyo, cómo el plagio a un libro perfecto...

Ahora lloriqueo como cuando estuve en tus brazos,
y me dejo llevar de la noche que me inspira con tu recuerdo,
Ahora que te he dejado ir, he aprendido lo que es el amor,
Ahora que este amor se ha materializado en recuerdos, soy más consciente de tus sentimientos.
Hoy te he perdonado por irte sin explicármelo
te perdono por amarme sin decírmelo,
te perdono por enseñarme sin palabras y por amar de esta loca manera que a algunos asusta y a otros incita...Te perdoné que huyeras de esta infame tierra y que nos dejaras lo mejor de ti, tu olor siempre presente....

Paola Nieto