martes, 4 de mayo de 2010

La tarde del camarón

El era más allá de extraño, un hombre con ternura incesante. Recuerdo aquella tarde de camarones, las alergias no fueron un impedimento, tomé las pastillas rosadas que me traje de Estados Unidos, las de aquella tarde de langosta en el restaurante rodante. Sin lugar a dudas, el camarón y su tierna mirada, la mirada de quien busca afecto, emociones, orgasmos. Fueron los antecedentes de nuestro sexo. Sexo corto, fugaz, solo dos momentos que se incrustaron en mí memoría para siempre, unos besos mojados, un olor a limpieza, una historia que iba y venía, como las olas en el mar. La suerte de quien deja acabar los instantes y los aniquila en el viento. Así soy yo, no uso a las personas,solo quería tener ese recuerdo, pasar la página y desentrañarme de nuevo en el mismo momento para escribirlo.

Ahora mismo recuerdo, como su penetración y moviemiento circular se volvía un ritmo que no permitía más que perderse en el instante, uno o dos minutos, y yo qué amo el sexo con horas tantricas de aguante, habíamos hablado de la eyaculación, deciamos, el hombre debe guardarsela para sí, la mujer debe intentar hacer lo mismo, y todo concluyó en una eyaculación precoz aunque hubiese sido tan esperado por los dos.

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